Prostitución: negocio de hombres

por rafa agirre – Martes, 9 de Agosto de 2011

Reconozco que abordo un tema complejo, pues hablar de putas y del mundo que las rodea no es materia fácil; pero como estoy indignado de tanta hipocresía, me lanzo a la piscina antes de que quiten el tapón del desagüe. Mi indignación crece cuando leo cifras que alimentan un negocio rey de la economía sumergida y primo hermano del de tráfico de drogas y sus redes de distribución. Vergüenza de una sociedad globalizada, mal gestionada por la clase política, sus partidos y demás organismos públicos; pues está más que demostrado que los políticos son pésimos gestores; hay excepciones, no lo dudo, pero son los menos dentro de un ámbito repleto de personas incapaces de hacerlo de otra manera. Demostrado está.

Antes de proseguir digo que no soy ningún puritano y doy fe de que jamás he pagado dinero por un servicio sexual, por el contrario no puedo dar fe de no haber pecado; a mis casi 60 tacos de existencia los errores me han acompañado y enseñado mucho. Así pues… Sabemos que la prostitución mueve cifras mareantes mientras contemplamos impasibles imágenes de la hambruna en África. Según la ONU y con datos correspondientes a finales del año 2006 (desconozco de donde extraen el dato) el negocio de la prostitución movió en España 18.000 millones de euros al año. Un negocio en el que, según otra fuente, el 99% de la demanda es masculina; donde 4 de cada 10 hombres de entre 17 y 60 años acude regularmente a los servicios que la prostitución ofrece.

La Comisión para la investigación de los Malos Tratos a Mujeres ofrece datos que nos dicen que el 90% de las mujeres se prostituye contra su voluntad, con lo que ya sabemos de qué estamos hablando: un negocio de miles de millones de euros consumido por hombres, en su gran mayoría, de un servicio (¿?) prestado por mujeres en contra de su voluntad; es decir… violencia pura y dura. Un negocio generador de dinero negro o, lo que es lo mismo, de una economía sumergida al amparo del vil silencio de una sociedad machista y violadora de derechos humanos básicos; hablo de la salud y de la libertad de las personas, todas.

¿A dónde va ese dinero? No tengo la menor duda que a la banca; otro negocio que no pregunta por la procedencia de su único y básico producto: el dinero. No es mi intención denunciar a un sector tan importante de nuestro sistema, ni a sus gestores, pues al igual que el resto somos copartícipes del mismo; por activa o por pasiva. Pero, ¿por qué no se legaliza la prostitución? ¿Por qué no se legisla, regula y controla a la misma? ¿A qué obligaría todo ello? ¿Qué supondría?. Pues muy sencillo: 1. Obligaría a saber quién es el empresario o empresaria; autónoma o no. 2. Obligaría a controlar a la mercancía, a la prostituta o prostituto; legalmente, sanitariamente, profesionalmente… (puedo pensar hasta en cierta dignificación). 3. Se contribuiría a las arcas públicas al igual que cualquier otra mercantil. 4. Se evitaría, en gran medida, a las mafias y sus redes clandestinas de trata de blancas; una esclavitud. 5. Se ganaría en seguridad ciudadana.

Se pueden desarrollar muchos más puntos, pero ello obligaría a desenmascarar a toda una trama creada a la medida de una clientela de escasa moralidad, encubridora de proxenetas y demás pelaje criminal que nos conduciría hasta la más lacerante y execrable de las conductas: el consumo de sexo inocente o infantil. Hablo de un negocio que evita que el cliente se vaya con su factura, amparado de una impunidad que avala su conducta y sus consecuencias inhumanas. Las y los trabajadores de este sector no pueden reivindicar ningún derecho laboral, no se pueden sindicar; siendo así que también los sindicatos contribuyen a una injusticia, a un negocio de violencia consumido por abogados, clérigos, mecánicos, ingenieros, conductores…

Estoy indignado por una hipocresía insultante, por una vergüenza social al margen de puritanismos y por una subcultura arraigada, aceptada y silenciada por hombres y mujeres; matrimonios o no, parejas estables o no. Refugio, repito, de una violencia machista y de género que no interesa abordar. El hombre que paga por un servicio sexual se siente poderoso y dominante, algo que le resulta muy difícil de mantener en su relación de pareja; de ahí que su impotencia para compartir en igualdad su vida cotidiana le conduzca a los malos tratos y demás consecuencias fatales. Así es el machismo.

¡Prostitución… legalización!